Estamos a principios del siglo XX. Como todos los veranos, cuadrillas de segadores de Tramacastiel se encuentran en tierras bajo-aragonesas prestando sus servicios para llevar a casa algún dinero que ayudará a la precaria economía familiar.
Entre ellos se encuentra uno al que apodan "Pichapán". Es hombre fuerte y de carácter alegre y socarrón.
Es un día especialmente caluroso y a media tarde los segadores empiezan a acusar el cansancio. "Pichapán" mira al horizonte calculando que hora es cuando ve a lo lejos al párroco del lugar.
El cura, caminando pausadamente a la sombra de los árboles, lee un libro.
Un pensamiento rápido pasa por la mente del segador y les dice a sus compañeros:
- ¡Eh!, amigos, veis a aquel cura que va paseando, ¿qué os apostáis que lo hago bailar?.
La cuadrilla levanta la vista y piensa que un poco de descanso y buen humor no vendrá mal, así que todos aplauden la idea de "Pichapán".
El fornido segador se acerca al cura con la "corbella" (hoz) en la mano y entablan la siguiente conversación:
- Buenas tardes señor cura.
- Buenas tardes, nos dé Dios. ¿Qué te trae hasta aquí?.
- Verá, señor cura, mis amigos y yo hemos pensado que podía echarnos un bailecico.
- Pero hijo, ¿qué dices?
- Lo que oye, señor cura.
Y levantando la "corbella" amenaza con ella al sacerdote.
El cura al ver tal herramienta le dice a "Pichapán":
- Está bien hijo, pero yo no sé bailar sin castañuelas, espera que llevo unas aquí en el bolsillo.
Y metiendo la mano en la sotana saca una pistola y le dice al segador:
- Ahora el que va a bailar eres tú.
La cuadrilla atenta a todos los movimientos del cura y "Pichapán" exclaman entre carcajadas:
- ¡Mirad!, ¡mirad!, pero... si no baila el cura, el que baila es "Pichapán".
Información recopilada por la Asociación Cultural "El Vencejo"